La soledad de Hans Teodore Mankel
José Luís Muñoz,
Bohodon
Ediciones, 2023, 385 pp.
Esta nueva novela de José Luís Muñoz, prolífico
autor, es, sin duda alguna, la más literaria de las que ha escrito, y lo es
doblemente porque, en primer lugar, el género es de literatura general, dejando
a un lado el género en el que se ha especializado, entre otros, como es el género
negro. Más el lenguaje utilizado, con unas frases más largas y complejas, la descripción
psicológica del protagonista y de otros personajes y, segundo, porque es la literatura el tema central de la
novela y así lo demuestra esta narración
que se bifurca en dos, siendo la principal la trama que se narra y, la segunda, la novela que está leyendo el
protagonista, entre admirado y sorprendido, y que se ha llevado de la editorial
desaparecida , enviada por un escritor
del que solo conoce su nombre que figura en la obra, cuyo autor no se volvió a
interesar por recoger el manuscrito, al notar el silencio que recibió como
respuesta.
La
acción que transcurre en Múnich, poco antes, pero en un año indeterminado, de
la unificación alemana, que tuvo lugar el 3 de octubre de 1990., fecha que,
desde entonces, se conmemora como el Día de la Unidad Alemana. El lenguaje es
lineal y no hay saltos temporales ni espaciales, y solo se establecen los dos
espacios narrativos y el cambio temporal en las dos narraciones que se
simultanean. La una en el tiempo
anterior a la unificación alemana, y la otra en un tiempo indeterminado, y en
una residencia para personas mayores en plenas montañas, en la que un profesor jubilado
está interno y habla con algunos de sus compañeros residentes, evocando una
vieja pasión que le acompaña en el recuerdo emocionado por su intensidad que
aún perdura en su vejez solitaria,
Hans
Teodore Mankel es
el protagonista de esta novela que le da título a la misma. Es un lector de una
pequeña editorial que asesora al propietario de dicha empresa sobre aquellas
obras recibidas que merecen ser publicadas o no. De este personaje, parsimonioso,
circunspecto, reservado, tímido y con cierta falta de habilidades sociales, se
va relatando en tercera persona, de manera directa, sencilla y metódicamente lo
que hace, bebe, piensa, lee y dice, con total objetividad, exenta de cualquier
emoción por parte del protagonista y con la asepsia propia de la voz narradora
que cuenta solo lo que ve un espectador omnisciente. Esto recuerda una de las
características de la literatura realista que tanto se usa en los diversos
géneros de ficción.
La sensación de ser un escritor fracasado
domina el estado de ánimo de Hans Teodore Mankel, especialmente al quebrar la
editorial para la que trabajaba y el suicidio posterior de su editor. El fracaso
de su primera
obra y la crítica recibida de un difícil crítico literario le sumen en una
sensación de la inutilidad de sus intentos y, al comparar la novela recibida de
ese autor desconocido, por su autenticidad, y capacidad narrativa que le
fascinan, comprende que nunca llegará a igualar a ese autor que tiene la
madurez narrativa de un escritor avezado y no la de un simple autor novel y eso
le hace caer más profundamente en el desaliento.
En esta novela no se narra solo las peripecias
del protagonista, sino que aparecen reflejados otros personajes, más o menos
duraderos en la narración, como son el propio editor arruinado, Gustav Webber, la
mujer solitaria y medio loca a la que le ha apodado Madeleine, aunque desconoce
su verdadero nombre; al igual que otros personajes que pululan por la novela
principal y la segunda ficción dentro de la ficción, como son el profesor Johan
Müller, sus compañeros de residencia, Deter Wolfe, empresario ya jubilado, la enigmática dama Úrsula Kiess y la bella Aina Bodren, el amor
apasionado del viejo profesor que toman vida en la novela que está dentro de la
narración principal, como diferentes ámbitos, dentro del universo de la ficción que es toda novela,
y que muestran que la realidad y ficción son vasos comunicantes en los que lo
que entra en uno sale del otro pero, aunque sean continentes distintos, el
contenido es el mismo, pues la literatura es un reflejo de la propia realidad
que se plasma en el universo de ficción y este puede reflejarse en otro
igualmente ficcionado, lo que provoca la pregunta ¿no es la realidad otra
ficción que vivimos en el mundo real y fáctico, pero en el que hay muchos
niveles distintos que se comunican entre sí?. El mundo de los sentimientos
puede crear ficciones cuando se intenta vivir de forma diferente a lo que se siente,
quiere o desea. Esa ficción se vive falsamente en la realidad, queriendo hacer
creer que lo que se siente, piensa, desea u opina es real y no deja de ser un
mundo aparente de mentiras y falsedades, o sea, pura ficción insertada en la
vida real.
En La soledad de Hans Teodore Mankel, el
autor trata, a través de los diálogos entre los personajes, los pensamientos,
dudas y reflexiones de los protagonistas de ambas novelas intercaladas, del
problema del amor y el el deseo, de la lealtad y la traición, del paso inevitable
del tiempo y sus muchos estragos, de la vida y la muerte, del éxito y el fracaso;
así como, de la mentira que se esconde en muchos tipos de géneros artísticos y
su falacia comercial que convierte en arte a productos variopintos que no son
arte ni artesanía, solo objetos absurdos y grotescos para vender en el mercado
artístico.
Y como no podía faltar, habla de literatura,
buena literatura, sin subgéneros que la encorseten y limiten. Se citan las
obras magnifica de Thomas Man como son los Baddenbrooks (1901), La
Montaña Mágica (1924), ambos libros considerados monumentos de la
literatura universal que nos dejó un recuerdo imborrable a quienes los leímos
hace tantos años y volvemos a releer con la misma atención y placer los adeptos
a la literatura de este gran escritor alemán, uno de los más insignes
representantes de la corriente modernista (Premio Nobel de Literatura de 1929).
También, habla, a través de su personaje
central, de los críticos llamándoles escritores fracasados, olvidando que hay
muchos críticos que nunca han escrito un libro de ficción, solo de teoría de la
literatura porque son grandes teóricos de esta materia; de las trapisondas de
las editoriales, de las envidias entre los escritores, del talento y de su
falta en muchos escritores afamados y aplaudidos. Es decir, del mundo de la
literatura en sus aspectos comerciales que son los que predominan en un sector
tan importante para la cultura, pero que tiene que estar sometido a los
requerimientos del mercado.
Esta novela es, pues, la constatación de que
José Luís Muñoz sale de territorio limitado que son los géneros y subgéneros,
más comerciales, para abordar la literatura a secas, donde la vida palpita en
los seres que la habitan y que dejan el recuerdo en los lectores, no por llegar
a descubrir quién mató a quien, sino por estar leyendo y dialogando con los
personajes de ficción que toman vida y se sientan al lado del lector para
dialogar de los verdaderos enigmas que tienen que descifrar los seres humanos,
convertidos en personajes de ficción, para llegar a comprender el mundo que los
rodea y, lo más importante, para comprenderse a sí mismos.
Es deseable que esta novela sea la primera de
una etapa menos prolífica en títulos, quizá, pero en las obras que escriba, a
partir de ahora, se ponga de manifiesto al verdadero escritor que es José Luís
Muñoz, en su verdadera calidad de autor no sometido a los cánones de los distintos
géneros que le limitan a un campo acotado que le viene pequeño.
Excelente novela, La soledad de Hans Theodore
Mankel.