Rendición, Ray Loriga
Rendición”,
de Ray Loriga, novela en la que el eco del más puro existencialismo matiza la
obra del más crudo pesimismo y la convierte en una parábola de la sociedad
actual pasada por la propia visión de su autor.
Las
redes sociales, móviles e internet, como ojos vigilantes que nos espían e
impiden la intimidad personal en la ciudad de cristal de ámbito planetario.
“Rendición”, de Ray Loriga,
Premio Alfaguara 2017, es una novela que transcurre en un lugar fuera del
mundo, en el límite del mundo y en la transparencia de éste que no es otra cosa
que la que ofrecen las redes sociales y los medios informatizados que van
recogiendo todos nuestros datos sin apenas darnos cuenta. El imperio que
ejercen estos invisibles hilos sobre las conciencias y el ánimo de los millones
de seres de todo el planeta que han convertido al ordenador y a las redes
sociales, estas como representantes genuinas de internet, en el cuasi ojo del
gran hermano que todo lo ve y en el artefacto mágico del que emergen las ideas,
los consejos, las prohibiciones, los estímulos para el consumo más feroz, para
crear los miedos, los deseos, las opiniones y difundir las leyendas urbanas y
todo los que conforma el imaginario individual y colectivo de una sociedad
informatizada, despersonalizada y alienada de individuos que ‘prefieren no
pensar por sí mismos y seguir las directrices, la opinión y las consignas que
nacen y se reproducen, incansables, en las virtuales redes sociales y en los
medios de comunicación y de opinión.
Según este autor, durante el
día y la noche nos observa un testigo invisible y despiadado. Algunos pensarán
que es Dios, nuestra propia conciencia o ese gran ojo vigilante creado y
controlado por los gobiernos, o incluso por las instancias supranacionales y de
ámbito universal. Esa continua vigilancia de la que nos somos conscientes
parece llevarnos a todos a una era apocalíptica y a convertirnos los ciudadanos
en seres humanos desprovistos de todo tipo de memoria, de los cinco sentidos,
de nuestra privacidad; y a vivir sin esperanza de futuro, porque nuestra
identidad queda borrada en esa masa informe de seres aborregados, alienados,
como meros zombis biológicos, que sólo cumplen la metas, los objetivos y las
órdenes que se van filtrando en nuestros cerebros a través de los medios de
comunicación y de las siempre sutiles redes sociales que mediatizan la opinión
y la uniformizan sin divergencias, borrando el criterio personal para
convertirlo en algo difuso, influenciado y generalizado.
Rendición habla
de muchas cosas distintas y que afectan al común de los mortales, como son: la
muerte, el desamor, el fastidio, la rutina, la paternidad, la costumbre, la
posesión, el engaño; así como habla del trabajo, el sindicalismo, la limpieza,
el destino y el bien común y, especialmente, de la mierda, y sin ánimo
escatológico.
Utiliza el autor un lenguaje
sencillo y una prosa clara, casi cristalina, con la que cuenta hechos atroces
sin alterar el ritmo que sigue un continuo fluir sin saltos. Los diálogos
apenas existen y los pocos que hay se encuentran formando parte del resto de la
escritura, como queriéndoles dar poca importancia en el transcurso de la narración.
La prosa de Ray Loriga, por ese motivo, puede parecer fría y desapasionada por
ser demasiado aséptica en la dura descripción, sin emotividad ni
apasionamiento.
Esta novela se puede
considerar una alegoría, una parábola del absurdo del mundo, de la sociedad
actual, en la intención de su autor que ha pretendido convertirla en una obra
cercana a La Náusea de Sartre y al existencialismo. La náusea está presente en
la sensación angustiosa de la nada en la que está inmersa una sociedad en la
que se ha perdido la intimidad, en la que todos estamos expuestos a ser
mirados, criticados y enjuiciados en una simbólica ciudad de cristal que no
permite la intimidad ni los secretos, ni tampoco mantener la vida personal a
resguardo de miradas curiosas, de la continua observación a través de los
supuestos medios de comunicación interpersonales que actúan como un ojo
vigilante que nos espía sin descanso.
También, parece indicar que
esa ciudad de cristal, transparente y vigilante, es la propia cárcel interior
en la que todos estamos encerrados, porque está en nuestro interior y aceptamos
los barrotes psicológicos que nos aprisionan por simple conformismo, por
comodidad, por miedo a la rebelión y por puro y duro sentimiento previo de
derrota. El mal de muchos es el consuelo de todos, y en ese sometimiento a un
tipo de vida que nos aliena, nos conformamos con una existencia que nos asfixia
en un mundo que se ha vuelto inhóspito, incomprensible y cada vez más
inhabitaible.
El protagonista ha perdido a
su mujer y a sus hijos en la guerra, símbolo de todas las guerras, al igual que
ha perdido todas sus posesiones. Lo único que le queda es el vacío de sus
ausencias, el sinsentido del mundo que lo rodea y el caos emocional de tántas pérdidas no asumidas.
Se aprecian en esta obra
influencias que recuerdan a Juan Rulfo, del que el año pasado en el que se publicó "rendición", se celebró el primer
centenario de su muerte, y de Albert Camus. Aunque ese deseo de emulación por
parte de Loriga quede en un simple intento, porque este autor es muy diferente
a ellos, -aunque juegue con el mismo pesimismo subyacente en su obra que los
autores señalados-, Intenta usar el mismo y sencillo lenguaje que los mencionados escritores y la claridad con la ,que va exponiendo su drama, sus sufrimientos, sin
quebrantar en ningún momento su discurso en el que no utiliza adjetivos, no
intenta dramatizar, y en su prosa aséptica se va desgranando el horror que está
viviendo en un mundo que se ha vuelto una trampa mortal, una ratonera sin
salida. Este autor parece querer también, emular a escritores como Kerouac, Bulowski
y Carver, aunque sólo queda en el intento.
Rendición, es
una novela que pretende ser alegórica del mundo real en el que vivimos y en el
que el ser humano se encuentra más perdido y solo, a pesar de que virtualmente
cada vez se relaciona con más gente a través de las redes sociales y sus
señuelos. Una novela demasiado ambiciosa para los resultados conseguidos que ha
quedado sólo en el intento fallido de explicar el mundo caótico y complejo
actual, utilizando el recurso de ese sempiterno “no se dice dónde” ni se sabe
“cuándo” ni tampoco “quién” Especialmente, quién es , realmente, el narrador de
los hechos, pues solo describe todos vagos, genéricos, indeterminados que no
consiguen atrapar al lector y hacerle sentir que lo que Loriga cuenta es algo que
le concierne o puede hacerlo. Lugares e ideas comunes que flotan siempre en la
indeterminación del momento, del escenario que quiere ser uno y todos, al mismo
tiempo, lo que agrava la poca credibilidad de los personajes que parecen
prototipos sacados de una película futurista, a lo que ayuda la falta de
emotividad, de expresividad y de calor humano en la narración. La voz del
narrador y protagonista suena como la de un robot: fría, impersonal,
inexpresiva y monótona, como si todo lo que contara no le afectara, aunque está
contando su propia experiencia.
En esta novela hay demasiada
asepsia narrativa, quizás para hacerle hueco a todo aquello de lo que quiere
hablar el autor y que ha sido enumerado anteriormente, aunque no puede dedicarle
mucho tiempo a nada en concreto. Demasiada carne para tan poco fuego. Quizás,
por eso la novela deja frío al lector y cuando termina de leerla piensa que
Loriga le ha hablado de muchas cosas genéricas, pero sin contar nada en
concreto. Todo demasiado intemporal, impersonal e indeterminado.
Una novela que, gracias a la
publicidad del premio obtenido, llega a las librerías con todas las garantías
de que se venderá mucho y decepcionará también a muchos. A todos los que
esperan encontrar en ella algo que su autor no ha podido o querido llegar a
expresar,. bien por exceso de planteamientos o, bien, por falta de medios,
oficio y recursos narrativos para llevar a cabo tan ambiciosa intención con tan
pobres resultados.
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Rendición, Ray Loriga,
Premio Alfaguara de Novela 2017, Madrid, 2017