Lucrecia Borgia, la hija del Papa, de Dario Fo
Lucrecia Borgia, la hija del Papa, de Dario Fo, proyecta
nuevas luces clarificadoras sobre esta denostada figura histórica.
Una biografía novelada insólita en su retrato del
personaje.
Lucrecia Borgia
(Subiaco,1480 - Ferrara, 1519) además de su belleza extraordinaria que pintó
Pinturicchio, siempre ha sido considerada como un personaje maléfico, poseedora
de todos los vicios y símbolo de la más genuina maldad, a pesar de que ejerció
el mecenazgo de escritores y artistas, y supo acoger y proteger a sus familiares después de
producirse la caída de su padre, el Papa Alejandro VI.
Fue el último miembro de la poderosa,
influyente y temida familia de los Borgia (apellido al que latinizaron más
adelante convirtiéndolo en Borgia), oriunda
de Borja, región española que se encuentra en los confines orientales de la
sierra del Moncayo (Zaragoza), aunque se estableció dicho linaje en Valencia en
el siglo XIII. Uno de sus antepasados fue el obispo Alonso de Borja (1378-1458)
que llegó a Roma procedente de Játiva y fue elegido Papa con el nombre de
Calixto III, y quien se hizo famoso por su carácter déspota y cruel que le ganó
el odio y rechazo de los romanos, de lo que se benefició su sobrino Rodrigo,
padre de Lucrecia, quien consiguió sortear la animadversión que el apellido
Borja había cultivado por la actuación de su tío y a la muerte de éste, gracias
a la fortuna heredada, consiguió el papado con el nombre de Alejandro VI.
Lucrecia vivió y
creció en el seno de las poderosas, cultas, pero siempre depravadas cortes
renacentistas italianas, en las que era práctica habitual la terrible costumbre
de envenenar con diversas pócimas -especialmente arsénico-, a los invitados que
representaban un estorbo o un peligro en el camino de ambición y búsqueda del poder
de los anfitriones, obsequiosos en apariencia y criminales en su evidente intencionalidad.
Dicha actividad criminal ha sido imputada a la propia Lucrecia, creando así su
halo maldito que la convierte en un personaje temible y morboso que ha pasado a
la historia.
Dario Fo, el
actor y dramaturgo italiano, Premio Nobel de Literatura en 1997, ha escrito
esta biografía novelada que sirve de objeto de este comentario, en un deseo de
rehabilitar la siempre denostada figura de Lucrecia Borgia, otorgándole una luz
clarificadora que despeja las muchas sombras que se cernían sobre esta
desdichada mujer que murió con sólo treinta y nueve años y en cuya corta vida
vivió intensamente en pleno esplendor del Renacimiento. Desde su nacimiento su
vida estuvo marcada de forma indeleble por la lucha por el poder, la ambición y los avatares
políticos en el seno de su famosa estirpe. Este insólito personaje ha
despertado la atención de escritores, historiadores y filósofos, y ha hecho
correr ríos de tinta en diversas biografías, libros de historia dedicados a su
figura, ensayos y un largo etcétera, al que se suma esta obra de Dario Fo,
escrito como un póstumo homenaje a la memoria de su esposa recientemente
fallecida.
En esta obra
sobre Lucrecia Borgia, tan diferente a las anteriores que sobre dicha figura se
han escrito, Dario Fo ha abandonado todas las teorías que sobre dicho personaje
han sido las que han vertido sobre ella toda clase de conjeturas escandalosas,
malévolas y distorsionadoras, para recrear su figura desde el punto de vista de
la vertiente más humana, alejada de toda clase de corrientes históricas
escandalosas, borrando la imagen de mujer viciosa, malvada e incestuosa, pero
siempre teniendo como telón de fondo la época histórica en la que vivió y el
día a día de la vida cotidiana. Todo el esplendor de las cortes renacentistas
envuelve su figura, bajo la sombra del
Papa Alejandro VI, su padre, el Pontífice más siniestro y corrupto de la
historia; además de la inquietante presencia de su hermano Cesar Borgia, otro
personaje en el que la crueldad, la maldad y la maquinación se aunaban al
servicio de su ambición.
Lucrecia, fue así
una figura útil que su padre y hermano utilizaban para crear alianzas que
convenían a sus propios intereses. Los tres maridos de Lucrecia, fueron
víctimas de las intrigas por el poder, siendo expulsados, asesinados o
humillados. Alejandro VI casó a su hija, con sólo trece años, con Giovanni
Sforza, aunque el matrimonio sólo duró cuatro años debido a las maquinaciones
del Pontífice para romper esa unión, por lo que Sforza tuvo que huir,
presumiblemente avisado por su esposa, lo que sirvió a los planes de Alejandro
VI que pudo anular el matrimonio con la disculpa de que era impotente. Todo
ello para casarla con su segundo cónyuge, Alfonso de Aragón, príncipe de
Bisceglie, bastardo de la familia real de Nápoles, boda que se celebró en
agosto de 1498, y con quien Lucrecia tuvo un hijo llamado Rodrigo que nació en
noviembre del siguiente año. Mientras Cesar Borgia aspiraba al trono de Nápoles
mantuvieron en vigor el matrimonio, pero una vez que sus aspiraciones se
truncaron, Alfonso fue asesinado en presencia de Lucrecia. El tercer marido fue el duque de Ferrara, Alfonso de Este, quien
la sobreviviría al fallecer Lucrecia en
1519 de sobreparto.
También las
figuras de sus diversos amantes aparecen en esta obra, entre ellos el más
importante para Lucrecia, el gran humanista Pietro Bembo, con el que compartía
la gran pasión por el arte, la poesía y el teatro, pues Fo retrata a Lucrecia
como una mujer inteligente, culta e interesada por el conocimiento.
Fo, para quitarle
la negra sombra del oprobio a esta interesante figura femenina, niega el
incesto de Lucrecia con su padre y hermano; y descarta que ella fuera la madre
del llamado "hijo de Roma", cuya paternidad fue reconocida
sucesivamente por el Papa Alejandro VI y por César Borgia. Igualmente,
desmiente el supuesto romance de Lucrecia con su concuñado, el marqués de
Mantua.
Lucrecia aparece
así como una mujer atrapada en una vorágine de ambiciones entrecruzadas,
intrigas, confabulaciones y lucha por el poder, en la que sabe que su propia
supervivencia en ese ambiente insano depende de su familia y de su propia
inteligencia para sortear los obstáculos y peligros que la rodean, aunque
también tiene en su contra que sabe que tiene más integridad moral que todos
sus familiares, sin que ello presuponga que es una mujer llena de ingenuidad e
inocencia, pues posee, además de inteligencia y una gran astucia, una excelente
capacidad organizativa e iniciativa que le permite formar un ejército o también
realizar labores de vicaria para sustituir a su padre en ciertas ocasiones.
Toda la obra de
Fo está plagada de diálogos -aunque en algunos momentos estos parecen estar
supeditados a la función de ofrecer datos, lo que fuerza la propia dinámica del
diálogo-, en los que demuestra su maestría dialoguista como buen dramaturgo que
es; además de ofrecer múltiples notas a pie de páginas que van aclarando
conceptos, ofreciendo datos y dando así un marchamo de autoridad a toda la
obra, algo insólito en este género -por ser un recurso que es propio de los
tratados académicos-, en el que la historia y la ficción narrativa se mezclan,
creando situaciones, diálogos y escenas que son fruto de la imaginación del
autor y no de la propia y aséptica realidad histórica.
Toda la narración
ofrece una agilidad y ligereza que agradece al lector por hace su lectura amena
que, sin duda, atrapara a los amantes de las novelas históricas y de la siempre
apasionante época del Renacimiento
italiano, porque encontrarán en esta obra un motivo de disfrute y
conocimiento, además de una más amable imagen de Lucrecia Borgia, iluminada por
una luz que proyecta nuevos y más
benévolos perfiles de este personaje
siempre denostado, y suaviza las sombras con las que los tratados históricos la
han cubierto siempre de ignominia.
Lucrecia Borgia, la hija
del Papa. Dario Fo.
Traducción de Carlos Gumpert. Siruela. Madrid, 2014. 272 páginas.
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Nota
Es artículo fue publicado en Diario Siglo XXI/cultura/libros el 17 de Noviembre de 2014 (seguir vínculo)