Anatole France (1844-1924), un escritor olvidado



Anatole France
            Anatole France, Premio Nobel de Literatura de 1921, escritor célebre y respetado en su época, nacido en París y vivió a caballo entre el siglo XIX y el XX, actualmente sufre el ostracismo y olvido más absolutos. Sus obras ya no se publican apenas, exceptuando alguna edición aislada por editoriales pequeñas e independientes que son, en definitiva, las que rescatan del olvido muchas obras literarias de sumo interés y calidad que los grandes grupos editoriales nunca publicarían por ir sus intereses comerciales por otros derroteros.
 Así es el caso de la obra de France El procurador de Judea, publicada por Contraseña; asimismo, Erasmus Ediciones publica Sobre la piedra blanca y, por último Los dioses tienen sed, que lleva el sello editorial de Barril y Barral, pero con la salvedad de que la traducción de dicha obra tiene fecha de principios de siglo XX.
Estas obras reseñadas tienen en común que son reflexiones históricas y, por ello, como es usual en tal clase de textos literarios que están a caballo entre el tratado filosófico y la obra de ficción, sirven para realizar, por parte de su autor, una serie de reflexiones para las que se sirve de los distintos y múltiples personajes que encarnan con sus peripecias las ideas o conceptos que el escritor quiere plasmar, y unidos todos ellos en un conjunto global, crean el mosaico grandioso y esclarecedor de una época, aquélla que retrata su autor, pero siempre con aspiraciones de universalidad y, también, de querer representar al ser humano, en general, sin constreñirse a un tiempo determinado, sino al discurrir humano en todas las épocas.
                Este autor, cuya obra tiene tintes neoclásicos, no es proclive a los encajes literarios, en cuanto que su prosa es clara y rotunda, porque su inspiración ha bebido de la cultura clásica de la que es un experto estudioso y conocedor, lo que hizo que el propio y joven Proust, al publicar su primer libro Los placeres y los días, le pidió al ya  afamado y reconocido Anatole France que prologara su obra.
Anatole France escribiendo en su despacho
            France no sólo escribía obras literarias, sino que como otros autores coetáneos suyos también participaba en las polémicas que se suscitaban sobre diferentes temas, tanto culturales, como políticos y sociales y para los que servían de tribunas los distintos periódicos de la época. A través de dichas intervenciones en la prensa y de su propia obra literaria, se puede comprobar su  evidente aversión a toda clase de fanatismo, tanto religioso como político, además de poner de manifiesto su excelente formación y cultura clásica. Se vio envuelto en el famoso caso Dreyfus, al igual que otros intelectuales de la época.
            Este escritor prácticamente autodidacta, lector compulsivo desde sus primeros años, escribió una obra muy extensa, entre las cuales se cuenta innumerables novelas, obras de teatro, poemas, ensayos de crítica y filosofía, además de algunas investigaciones históricas.
            Sus primeras obras fueron poéticas,  como Poemas dorados (1873) y la obra teatral en verso El puente de Corinto (1876). Sin embargo, su estilo sólo alcanzó su verdadera consolidación con su primera novela El crimen de Silvestre Bonnard (1881), que demostró un estilo depurado, con una gran carga de ironía sutil y mordaz; pero todo ello siempre como expresión de una compasión profunda por el género humano que siempre fue la nota predominante en toda su obra.
            Su unión con Madame Arman de Caillavet fue muy productiva para el escritor, ya que ella le inspiró muchas de sus obras y fue una gran promotora de sus libros, además de introducirle en un círculo selecto de amistades y relaciones que le ayudaron notablemente en su carrera literaria.
Madame  Arman de Caillavet
            Las obras que se pueden destacar de esta segunda etapa son los ensayos críticos La vida literaria (1888), las novelas Thaïs, cortesana de Alejandría (1890, El lirio rojo (1894) y la tetralogía de novelas Historia contemporánea (1897-1901), que es un análisis crítico y demoledor sobre el efecto nocivo que el caso Dreyfus causó en la sociedad francesa. France, al igual que otros intelectuales franceses, como ya se ha dicho anteriormente, exigieron la exculpación de Alfred Dreyfus, capitán del ejército francés que era acusado de alta traición. El caso se resolvió con éxito por la  apasionada defensa de los intelectuales que tomaron partido por el acusado.
            En su obra posterior, se acusa su constante preocupación por todas aquellas causas humanitarias, a través de sus constantes y elocuentes defensas de los derechos civiles, así como de la necesaria educación del pueblo y de los derechos de los trabajadores; pero sin dejar de atacar con abundantes y brillantes sátiras a la corrupción política y los abusos de quienes ostentaban el poder, tanto económicos como sociales. A pesar de la acidez que usaba en sus constantes críticas a los estamentos políticos y sociales más altos, no por ello se deja de entrever en todos ellos su dominio de la elocuencia clásica, el dominio prodigioso del lenguaje. De las obras de esta etapa en la que pone de manifiesto tanto su clara defensa de los más desfavorecidos y su maestría en el lenguaje con tintes clásicos se pueden citar como más notables las novelas alegóricas La isla de los pingüinos (1880) y La revolución de los ángeles (1914), además de un relato sobre el reinado del Terror durante la Revolución Francesa, Los dioses tienen sed (1912).
            A lo largo de su vida recibió innumerables distinciones y premios entre los que se pueden destacar su nombramiento como miembro de la Académie Française en 1896 y el Premio Nobel de Literatura que le fue otorgado en 1921.Falleció en Tours, el 13 de octubre de 1924.
Anatole France y Madame Arman de Caillavet
            Esperemos, por tanto, que este autor injustamente olvidado, pueda ser de nuevo releído, por unos, y conocido, por otros, gracias a la labor de estas editoriales que lo rescatan del olvido y que ofrecen al público las obras de auténticos valores literarios, como es el caso de Anatole France, estén o no de moda, porque son siempre autores que reflejan lo mejor de la literatura universal de todas las épocas que es, en definitiva, lo que de verdad importa a los lectores, hartos de tantas novedades casposas y deseosos de poder leer, o conocer, a aquellos escritores que crearon su obra no para la novedad del momento, sino para la posteridad, ajenos a los dictados de la mercadotecnia editorial.


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