La muerte del comendador 1, de Haruki Murakami


 La muerte del comendador 1

Haruki Murakami
Traducción: Fernando Cordobés y Yoko Ogihara
Tusquets Editores
476 páginas

La última novela de Haruki Murakami, un rico mosaico de temas, unidos por una secreta melodía interna, en la que no desafina ninguna nota.

Ana Alejandre

La
 trama gira en torno a un hombre, un pintor retratista que vive aislado en una casa en pleno bosque, soledad buscada en la que desea recuperarse psicológica y anímicamente de su divorcio, después de que su esposa lo abandonara tras seis años de matrimonio, en la que vive una profunda experiencia al encontrar un cuadro desconocido de un famoso pintor japonés,
Tomohiko Amada, ingresado en una residencia de ancianos para recobrar sus deseos de pintar, y en cuya casa se ha instalado .

Dicha obra pictórica que lleva el mismo título de esta novela. cuyo hallazgo que, unido a la ópera Don Giovanni, de Mozartademás del encargo de pintar un retrato de una grácil adolescente y la figura de un comendador, le llevan a iniciar un viaje iniciático de ida y vuelta, en el que se confunden y entremezclan los límites de la realidad y su reflejo imaginario o virtual. En aquel aislamiento en el que se siente atrapado, rodeado de extraños ruidos que le sumergen en una situación en la que percibe oscuros secretos a los que tiene que descifrar y encontrar las claves para responder a las muchas preguntas que le sugieren y envuelven en una atmósfera que le permite vislumbra otros mundos invisibles que coexisten con el real,

Los personajes y su irrupción en la historia, van solapándose con los propios recuerdos del protagonista, con figuras de su pasado como su propia hermana pequeña, a modo de Musa inspiradora que viene desde el pasado y el oculto rincón de su memoria para evocar en él recuerdos de su vida que se van superponiendo a otras evocaciones, en las que la Historia, el Arte y el concepto de Identidad aparecen en un diálogo con el narrador -trasunto del propio Murakami-, dando así lugar a un diálogo rico y profundo, pero siempre desde la más absoluta transparencia y claridad.


A pesar de que la trama es un complejo caleidoscopio que nos permite vislumbrar facetas ocultas de lo real, otras dimensiones paralelas, se puede advertir en esta primera entrega de la nueva obra de Murakami que está escrita con un lenguaje muy sencillo, de claridad meridiana, casi meramente descriptivo y plano, sin alardes estilísticos, que contrasta con la complejidad del mundo en el que se desenvuelve el protagonista. Sin embargo, el lector atento se da cuenta de que dicha sencillez en la escritura es el instrumento para acotar, delimitar lo que no tiene límites, lo que no se puede expresar de otra forma por ser inaprehensible, irreal, aunque forme parte de esto que llamamos realidad.

Esta experiencia le hace reflexionar sobre su actividad como retratista a la que considera meramente alimenticia, si ninguna vocación ni interés alguno para él, pues sus inquietudes artísticas le llevaban hasta la pintura abstracta en la que presiente no va a tener demasiado éxito, a pesar de estar muy considerado como retratista, Eso le hace plantearse dicha actividad de pintar retratos por encargo de una forma distinta hasta el momento, dejando el automatismo de una actividad realizada de manera tan impersonal para encontrar la forma de dialogar con sus personajes retratados, más que en plasmar una postura, una exacta imagen de ellos, sacando al exterior la parte más íntima, desconocida y fiel de sus retratados. Ni siquiera posaban para él, sino que hablaba con ellos una o varias horas y les hacía preguntas para conocerlos mejor, para sentir cierta simpatía hacia ellos y, sobre todo, para sacar de su interior esa luz, por pequeña y débil que fuera, que todo ser humano tiene dentro y que el protagonista intentaba sacar al exterior para que iluminara esa zona oscura que todo ser humano lleva dentro. El arte del pintor y su memoria visual hacía el resto, pero se daba cuenta de que estaba pintando para los demás, no para sí mismo.

Esta novela tiene grandes aciertos y ese indescriptible atractivo que Murakami le dota a todas sus narraciones, aunque pueda no ser su mejor novela -hay que esperar a la siguiente entrega para ver cómo termina esta obra en dos volúmenes- porque el registro emocional del protagonista es un poco limitado, pero, sin duda, los seguidores fieles de este autor van a encontrar una nueva dosis de ese mundo que tan bien describe Murakami, a caballo entre el mundo real y sus aledaños virtuales, tan reales como inaprehensibles, tan auténticos como invisibles, y tan perturbadores como inexplicables

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