"La isla del padre", Fernando Marías |
La isla del padre
(Premio Biblioteca Breve 2015)
Fernando Marías
Seix Barral, 2015, 178 pp.
Esta novela, aunque habría que
llamarla mejor aún biografía novelada, es la obra de madurez de Fernando
Marías, autor con una larga trayectoria literaria en la que ha recibido premios
tan importante como el Nacional de
Literatura Juvenil, el Premio Nadal y el que ha galardonado a esta novela,
entre otros.
En esta novela el autor se desnuda
emocional y psicológicamente para hablar de su padre, el verdadero protagonista
de esta obra aunque sea una figura en la penumbra, por lo que el autor es sólo
el artífice narrativo que va plasmando sobre el papel las emociones, los
recuerdos, las vivencias, el desgarro y el dolor que le ha producido la muerte
de su padre nonagenario, y toma su fallecimiento como punto de partida para
reflexionar sobre la relación paterno filial y la verdadera incógnita que es
todo ser humano para los demás, incluidos los seres queridos, los más próximos,
pero no por eso menos desconocidos.
Marías va desgranando sus recuerdos,
su nostalgia por su padre, figura ya irrecuperable, mientras va reflexionando
sobre el paso del tiempo, la soledad, el amor, el desamor y la muerte, esa
estación final que nos aguarda a todos aunque sea en momentos y circunstancias
diferentes, pero estación final de toda vida que culmina en esa misteriosa
figura que siempre aparece aunque no se le haya llamado ni se la espere, pero
puntual a su tétrica cita.
El autor va consiguiendo atrapar al
lector a través de una narración limpia, clara, intensamente emotiva, pero sin
caer en falsos dramatismos, siempre en el punto equidistante en la sinceridad
más absoluta y la mayor contención en la exposición del dolor que se advierte
en su escritura; ese mismo dolor por la muerte de su progenitor y también por
el tiempo perdido en el que hubiera
podido hacerle mil preguntas, confidencias mutuas y compañía que siempre se
quedarán prendidos en ese reloj de las horas muertas que va marcando las
ocasiones perdidas, las ausencias, la falta de diálogo, la incomunicación y el
miedo al otro, ese Miedo Mutuo como le llama y que encierra la clave de la
relación con su padre, miedo a conocer y a reconocerse en unos ojos que
reflejan la propia imagen, pero a los que nunca se llega a profundizar porque algo
lo impide: el temor, el pudor y, sin duda, el rencor soterrado que siempre
subyace en toda relación padre-hijo y que adopta mil subterfugios, mil excusas
para aplazar esa conversación definitiva, ese rompimiento del hielo que separa
a ambos, especialmente al hijo que no quiere dar el salto que le hubiera
acercado a la figura paterna ya perdida para siempre.
El narrador, en tiempo presente, va
recordando retazos de la vida de su padre, tratando de llegar a una imagen más
nítida, precisa y esclarecedora que le proporcione elementos para comprender
mejor a su progenitor, a esa imagen añorada que se ha llevado consigo todos sus
secretos, ese enigma que todo ser humano es siempre para los demás, inclusive
para sí mismo.
Todos los elementos a su alcance le
ayudan a ir componiendo el gran mosaico, tesela a tesela, de la vida de su
padre y de su relación intermitente con él: fotografías, informe de la Marina
Mercante que va desglosando la vida del padre marino y sus sucesivos destinos,
además de mapas para situar lugares geográficos, anotaciones, etc. Todos ellos
elementos necesarios para ir escudriñando ese misterio de quien por cercano no
es más conocido que un extraño, porque como el propio Marías afirma en la
narración "Cada mente es un universo sellado" (pág. 52).
El recuerdo del padre, unido a él
por ese Miedo Mutuo, como lo define Marías, porque supo que nacía entre ellos
desde pequeño, cuando el padre volvió de uno de sus viajes y se encontró el rechazo
y el recelo de su hijo, todavía casi un bebé, por el miedo a ser destronado de
ese reino en el que él era el único varón y rey del espacio que ocupaban su
madre y su abuela que sólo vivían para darle toda la atención y amor del que
era el único destinatario y que se ponía en peligro por la irrupción de aquel
desconocido que era el padre recién llegado y desconocido.
La novela sigue transcurriendo y, a
través de sus recuerdos, aparece perfilada la relación entre padre e hijo, la
pasión cinéfila de Fernando Marías que quiso ser director de cine y, después,
se decantó hacia la literatura. Todo va perfilando el mapa mental y emocional
de este escritor que, al escribir esta biografía novelada, memorias en suma, va
también descubriendo la sociedad española de varias décadas atrás, todo aquello
que conformaba la vida de este escritor hasta llegar a ser el hombre que es
ahora, con el bagaje de experiencia, de triunfos y fracasos, de amor y desamor,
de encuentros y desencuentros que conforma la vida de todo ser humano y que va
dejando arrugas no sólo en la piel, sino también en el alma.
La
isla del padre, es la narración del retorno a ella, en la que habita ese ser,
el padre del autor, próximo y lejano a la vez, como es todo ser humano por
cercano que esté, isla hecha de soledad y distanciamiento. Esta obra no es otra
cosa que la vuelta a los orígenes, a todo aquello que nutrió la imaginación, la
sensibilidad, los sentimientos de su autor -como le sucede a cada ser humano
con su propio pasado-, para poder encontrar en ese viaje de retorno la
explicación del itinerario seguido hasta el presente, los vericuetos elegidos y
encontrados al azar, los abismos sorteados, y los naufragios sufridos, esos de
los que siempre se guarda algún resto o
vestigio que recuerda que no todo fue un
sueño aunque se viva para contarlo.
El libro, aunque avanza en el tiempo
en un continuo flash-back, avanza y
retrocede a diferentes momentos narrativos, ilustrando así mejor cada escena
con la evocación de otras anteriores que le dan sentido y significación. Esa
técnica cinematográfica, pasada ya a la literatura, le da un mayor dinamismo a
la narración que la que podría proporcionarle el tiempo narrativo lineal, sin
saltos en el mismo.
Esta
novela es, pues, la obra de mayor madurez de Fernando Marías como autor, además
de ser un ajuste de cuentas con la memoria y con su propia vida; pero siempre
con el telón de fondo de la imagen paterna que es el hilo conductor que le
sirve para hilvanar esos recuerdos de un pasado ya perdido en los que ha
quedado prendida la imagen de su padre, igual de perdida su añorada y ya
irrecuperable presencia que deja al autor la intensa sensación de pérdida, de
orfandad, de nostalgia y de culpa, esa indefinible culpa que toda muerte deja
en quienes se dan cuenta de que el tiempo, una parte de su tiempo, es lo que le
han negado a quienes murieron esperando la compañía, el afecto, la comprensión
y la aceptación por parte del otro.
La isla del padre es a la que Fernando
Marías quiere llegar a nado en el inconmensurable océano de la memoria para
poder alcanzar, al fin, esa isla paterna en la que se encuentre, cara a cara,
con la soledad del padre, la misma soledad del hijo, hombres solos a los que
separaba el Miedo Mutuo que no era otra cosa que el miedo a ser rechazado por
quien también esperaba impaciente la llegada improbable del hijo.
Excelente
autobiografía novelada, en la que aparece Fernando Marías en su mayor
autenticidad, madurez creativa y sin la
máscara que todo escritor pone a sus criaturas de ficción detrás de las que se
esconde para no ser herido por el arma letal que es la verdad de la propia
vida, la verdad de un escritor que deja de serlo para convertirse, únicamente,
en un ser humano que trata de encontrar la verdadera imagen del padre y, a través
de ella, la verdad de sí mismo,
territorio inexplorado y siempre desconocido en el que siempre da profundo miedo entrar y llegar a conocer.